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sábado, 21 de marzo de 2020

ULTIMO DIA DE TRIDUO



TERCER DIA DE TRIDUO 21/3/2020

MONICIÓN DE ENTRADA
Buenas tardes, hermanos y hermanas, vamos a celebrar nuestro encuentro eucarístico en su tercer día del triduo  dedicado a nuestro titular “NUESTRO PADRE JESÚS DEL AMOR DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS.
            Jesús, exhausto llega al Calvario, pero decidido, a pesar del sufrimiento, a entregarse a los hombres.  Sus manos, abiertas, nos muestran esa serenidad, no hay crispación. El Hijo de Dios  acepta el mandato del Padre por la misericordia divina para con  los hombres.
             Aprovechemos el tiempo de Cuaresma y descubramos el inmenso amor que su rostro nos transmite: Amor de Dios a nosotros.


MONICIÓN A LA LECTURA.  
Muchos proyectos y esfuerzos humanos fracasan porque se deja a Dios fuera del cuadro. Israel quería ir por su propio camino,hoy nosotros también tratamos de alcanzar prosperidad y felicidad, pero a expensas de otros, con la fuerza de las armas, o confiando en artilugios como el  dinero o paliativos. Pero hemos de reconocer que no nos podemos salvar sin Dios.

Lectura de la profecía de Oseas (6,1-6):

VAMOS, volvamos al Señor.
Porque él ha desgarrado,
y él nos curará;
él nos ha golpeado,
y él nos vendará.
En dos días nos volverá a la vida
y al tercero nos hará resurgir;
viviremos en su presencia
y comprenderemos.
Procuremos conocer al Señor.
Su manifestación es segura como la aurora.
Vendrá como la lluvia,
como la lluvia de primavera
que empapa la tierra».
¿Qué haré de ti, Efraín,
qué haré de ti, Judá?
Vuestro amor es como nube mañanera,
como el rocío que al alba desaparece.
Sobre una roca tallé mis mandamientos;
los castigué por medio de los profetas
con las palabras de mi boca.
Mi juicio se manifestará como la luz.
Quiero misericordia y no sacrificio,
conocimiento de Dios, más que holocaustos.



Salmo

Sal 50,3-4.18-19.20-21ab

R/.
 Quiero misericordia, y no sacrificios

V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

V/. Los sacrificios no te satisfacen:
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
El sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

V/. Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos. R/.


MONICIÓN AL EVANGELIO.
 En  nuestra vida cristiana estamos con frecuencia a oscuras. Dios mira al corazón. Hoy vemos cómo Jesús nos está buscando para abrir nuestros ojos, nuestras mentes y nuestros corazones a sí mismo y a su Buena Nueva de salvación. Él vino al mundo  para ser nuestra luz. Acojámosle como luz de nuestros ojos  y de nuestro corazón.

Lectura del santo evangelio según san Lucas (18,9-14):

EN aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor

REFLEXIÓN DEL DIRECTOR ESPIRITUAL
Es una suerte poder disponer de los medios de comunicación y redes sociales con los que hoy contamos. Nos ayudan a generar una sensación muy colectiva y de máxima comunicación.

No cabe duda que será, probablemente uno de los vehículos que harán posible la nueva sociedad que está para alumbrar.

En estos días y gracias a estas redes sociales, nos estamos encontrando multitud de iniciativas de mucha índole que buscan en todo caso, ayudar a superar el día a día que nos está tocando vivir.

De entre esas iniciativas, nos encontramos con las que hacen referencia explícita a la fe. Oraciones, mini conciertos, misas, peticiones, y un largo etc. que dan muestras de la enorme creatividad que existe en nuestra sociedad creyente.

Sin embargo y atendiendo al Evangelio que hoy se nos presenta, el fariseo y el publicano acudiendo a rezar, me surge una reflexión que no tengo resuelto.

Cuando estamos generando tantas iniciativas y preocupándonos por ofrecer recursos a nuestros hermanos para que puedan seguir alimentando su fe, lo estamos haciendo porque sencillamente queremos compartir nuestra propia experiencia desde el corazón más humilde y consciente que es solo Dios el que salva e incluso ora en nuestro interior con la fuerza del Espíritu Santo, ¿o en cambio tememos que una cuaresma vivida sin reconciliación, besapies, ejercicios espirituales, quinarios, oficios y procesiones pueda arrasar con la fe débil de nuestros hermanos, que viven en una infancia religiosa? Si leemos en profundidad el Evangelio que hoy se lo regala, lo que de fondo está en juego en este delicioso debate orante entre el fariseo y el publicano, es que la única manera de vivir tras la huella del resucitado es siendo conscientes de nuestra fragilidad y acudiendo con la mayor honestidad posible al encuentro de aquel que sabemos que tiene la última respuesta a nuestro complejo y misterioso interior. Nuestra oración, nuestra misma respuesta al amor de Dios que se traduce en el amor al prójimo, también tiene su raíz y dinamismo en el mismo amor de dios, en su misericordia.

Construir nuestro seguimiento, nuestra propia fe en la sola voluntad, en nuestros méritos, no solamente nos lleva a no dejarle espacio a Dios y a su espíritu, sino que además nos orienta hacia una experiencia religiosa que se parece más a un acto de egolatría que de vivencia gozosa del encuentro que salva.

Oración, encuentro y seguimiento, hacen referencia más bien a una vida madura y adulta en la fe que estoy seguro saldrá a relucir más pronto que tarde en este proceso que con cierta angustia nos está tocando vivir. A la Santísima Virgen de la Concepción le pedimos que nos enseñe a vivir en las noches oscuras, a vivir en el misterio y a fiarnos más allá de esa oscuridad y de ese misterio en el Dios que ha puesto su mirada en nosotros y que como en ella y en tantos otros creyentes a continuar hacia su máxima plenitud, hacia su máxima estatura, hacia la santidad y de ese misterio en el Dios que ha puesto su mirada en nosotros y que como en ella y en tantos otros creyentes a continuar hacia su máxima plenitud, hacia su máxima estatura, hacia la santidad.